Debo reconocer que mi gusto, casi pasión, por la lectura arrancó de grande.
Para ser honesto, primero me interesó el fin, es decir todo aquello que uno podía aprender y ser a través de la lectura. Empecé a leer: blogs, revistas, diarios digitales, etc.
Tuve un paso infructífero por la escritura cuando tenía 23 años y estaba enamorado. Era un medio más para transmitir, o al menos intentar, todo aquello que mis poros radiaban.
Luego empecé a sentir cierta atracción por los libros, por los libros en papel. De cierta forma, y no me malinterpreten, me parecían sexies. Me gustaba la idea, todo lo que un libro conlleva. Desde la ansiedad que me produce ir a buscarlo hasta la melancolía que siento al momento de terminarlo, pasando por varios estados emocionales que el propio libro, en caso de cumplir con mis expectativas, produce.
En última instancia, y con varios libros a cuesta, la lectura pasó a ser parte de mi cotidianidad.
Hoy, luego de varios intentos fallidos, retomo lo que hace 6 años había empezado. Esta vez no por la necesidad de transmitir lo que mis poros irradian. Esta vez la necesidad es otra y aún no tengo clara cuál es, pero prometo, queridos lectores, contársela tan pronto como la descubra.
FC.-